martes, 3 de agosto de 2010

vanitas vanitatis et omnia vanitas

Cómo es la vanidad humana que ademas de ciega y de ingrata llena los corazones de algo mas terrible aún: la transmutación del barro en oro. La exageración, pecado que debería tener la horca o la afilada hoja de la guillotina como respuesta, se prenda de tal manera de los hombres que la existencia misma se desdibuja, haciendo que todos los que empuñan la vanidad se crean una suerte de Midas.
Busquemos un ejemplo real:
"-Mi hijo es muy guapo, pero tímido. Sin embargo yo sé que hay cierta chica que es la más guapa y la más lista de todo el colegio y que está enamorada perdidamente de él."
¿No es estúpido? ¿no es mezquino? Está falto de lógica y apesta al perfume del orgullo mal entendido. Ese niño no será más hermoso que otro cualquiera y en cuanto a tímido podrá ser un chulo que se pavonee quizá de ese atribuyo de belleza que su madre le otorga. En cuanto a la niña, una lela que clavando sus codos sobre las tablas del escritorio, consiga a base de horas ciertas notas brillantes que estén tan huecas como su linda cabeza. Belleza también, que puede ser exagerada aunque bien medida por trajes caros, peluquería buscada con esmero, cremas y algún que otro lujo a su cuidado.
El ser humano es asquerosamente artificial, vanagloriándose sólo de su imagen y poniendo ejemplos que ellos crearan como más profundos aunque tengan tanto fondo como un plato llano. Raza de vanidosos que no somos capaces de acertar con nuestras descripciones que ya no son meramente para poder lucir ante el vecino sino que en nuestro corazón nos lo creemos. Creamos la irrealidad y la adoramos como a un Dios porque nos pesa la verdad, porque nuestro hijo será mono pero es tonto y será un chulo, pero le vemos tímido porque realmente en su soberbia se sentirá débil por saberse en su interior estúpido como una caja de madera. Sin embargo, lejos de intentar arreglar todo esto, ya no de disfrazar si no de arreglar el asunto, lejos de querer abandonar esa vanidad despreciable e ilógica por muy comprensivo que sea el empuñarla, lejos de buscar lo objetivo para así poder enmendar los vicios que esa comprensiva madre está atribuyendo a su hijo a pesar de su irrealidad; lejos de todo eso, nos agarramos más al inutil intento de crear una ficción en vez de enfrentarse a la realidad. Para que luego digan que Oscar Wilde no tenía razón cuando decía aquello de la vida imita al arte.
Al final parece que el mundo está ordenado por la vanidad y que tenía razón, al igual que Wilde aunque ya antes, ese proverbio, frase, o como se quiera considerar, que en latín lo tenemos de titulo en este post, y que traducido vendría a ser: vanidad de vanidades y todo es vanidad.

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