jueves, 25 de febrero de 2010

Respuesta a la Critica de la felicidad

¿La vida es un erial? Afirmar dicha pregunta parece la única manera de explicar esa “critica a la felicidad” que Aletheia nos exponía hace unos días. Resignación ante esa insoportable condena que es la vida, eso es lo que postula mi compañero, de forma que es evidentemente exagera y, desde el punto de vista de un servidor, equivocada, sin duda.
¿Soportar? Tal término con el que se nos invita a “vivir” es insultante. El verbo vivir deja de tener sentido en esta “critica” y debería ser sustituida por sobrevivir. ¡Que terrible sería existir en un mundo donde realmente nos dejáramos guiar por tal modo de ver en el discurrir del tiempo!
Así pues la inexistencia de la felicidad sólo podría ser asociada a los ordenadores, a los vegetales, a las cosas simples y artificiales, a los autómatas. Somos hombres y mujeres, intrínseco al hombre está la capacidad de discurrir y de sentir, tales cosas son innegables y al serlo es imposible la negación de la felicidad. ¿El Dios de hoy? Siempre ha sido Dios pues es la felicidad el dominio de los Dioses desde Grecia, desde la cultura Maya, desde Egipto y las deidades naturales, todo este panteón a nivel global siempre ha tenido en común, además de otras cosas, la felicidad pues las actuaciones de estos dioses o hacían felices a los hombres o los desterraban a la infelicidad y por ello se les adoraba, para tener su favor y que los dioses ampararan con su beneplácito la felicidad de los hombres.

¿Qué entender pues por la felicidad? Rehagamos esa critica para que ese terribilismo se difumine.
Se niega en el ensayo la finalidad de la felicidad, pero cuál es sino el objetivo de la vida. En si mismo no hay objetivo, buscarle un por qué a la vida o un para qué es hacerse preguntas equivocadas. Pero esa inexistencia de un objetivo o una explicación de la vida no conlleva a la terrible indicación de la vida como erial. ¿Cómo tomarse entonces la vida si no es en clave de la felicidad? ¿Qué objetivo mejor para el individuo hay que no sea el vivir gustoso de vivir? Eso es la felicidad, existir gustando de hacerlo sin ser infeliz pues si la vida no tiene un objetivo, el vivir solo tiene sentido si uno es feliz y una vida infeliz sería un sufrimiento tan alto que casi merecería dejar de existir. La muerte es la salida de aquellos que viven siempre infelices. Efectivamente soportar la infelicidad es un modelo común que muchas veces se ha de tomar, pero siempre se hace con la esperanza de que termine tal estado y que evolucionemos hacia la felicidad. Seguimos en el juego por esa esperanza y si supiéramos a ciencia cierta que nunca llegaríamos a ser felices, entonces el suicidio tendría otro nombre, sería salvación. Salvación del dolor aunque sea a algo tan absoluto como la nada, el fin de todo.
Claro que la felicidad es el objetivo de todos, hasta de aquellos que buscan la infelicidad pues en ella encuentran un agrado que en cierta manera les llevan a la felicidad, aunque esta sea somera y simple.
Habría un extremo que podríamos tomar aunque su existencia seria cercana a lo imposible. Tal extremo sería un individuo incapaz de ser feliz, que quisiera serlo pero que no pudiera salir de su infelicidad y que además en tal estado aún temiera la muerte por la fuerza de su significado de inexistencia. Ese total sería una vida terrible que estaría abocada a un estado que muy bien podría llevar a la locura. ¿Qué respondería la critica a la felicidad? ¿Sopórtalo? Si, evidentemente es la manera más cómoda de llevar tal vida, de vivir en ese erial hipotético. Pero aún soportando una desdicha perenne y habiendo aceptado la imposibilidad de encontrar la felicidad, aún con todo seguirá acechando la felicidad, su sombra seguirá sobre ese individuo que no la posee.

Mi compañero ha tomado la infelicidad como contraposición la felicidad y nos parece que quiere decir que: aceptado la imposibilidad de la felicidad la infelicidad desaparece... ¿Entonces en qué estado nos encontraríamos? ¿Alguien puede responder? Viviríamos llevando nuestra sensibilidad al estado de las maquinas, cambiando la naturaleza humana por una peor que la animal, más asociada a lo vegetal. ¿Somos pues vegetales? Sólo en tal caso sería posible hablar de la inexistencia de la felicidad o de la infelicidad pues hasta los animales se ven influidos por ella, ni siquiera ellos se mueven solo por instintos si no que también se alegran o deprimen aunque quizá de forma mucho más sencilla que los humanos. Pero si ellos lo hacen ¿no nosotros? ¿Cómo no va a existir? Negar la felicidad es negar la naturaleza humana, si no hubiera tal capacidad cómo explicar todas las acciones de las personas, de las sociedades, ¿cómo explicar el arte pues no es este una manifestación de los sentimientos? Más allá de su utilidad los sentimientos responden a la respuesta de la felicidad o al influjo de la tristeza.
Vivimos, y es cierto que esa es la única máxima de la que estamos seguros, pero no podemos quedarnos en tal máxima y ya está, no somos piedras, pensamos y sentimos porque lo hacemos y de este pensar y de este sentir se han derivado lo que nos hace sonreír y lo que nos provoca lágrimas y alaridos. Elegimos las sonrisas, la risa, los sentimientos que llamamos “felices” porque nos hacen sentir mejor que las lagrimas y por esa dualidad tan sencillita hemos elevado la felicidad como lo bueno que podemos encontrar en esta vida. No hay un objetivo que cumplir en nuestro discurrir por el mundo pero sí hay modos de vivir y todos han encontrado en la felicidad la manera más agradable de hacerlo.

martes, 16 de febrero de 2010

"Amoris vulnus idem sanat qui facit"

La fría hoja se posaba sobre su cuello, era consciente de que el mínimo intento por escapar le costaría la vida. El reloj había recorrido lentamente un cuarto de circunferencia desde que sus captores se introdujeron en su casa a las afueras de la ciudad, en un primer momento le había parecido que se comunicaban en un idioma desconocido, pero poco después utilizaron un perfecto francés lo que le desconcertó notoriamente, pero aun así, en este momento lo que menos le preocupaba era la nacionalidad de sus verdugos.

Decidió abrir los ojos, su vista se nublaba por segundos, el dolor y el miedo le hacían casi imposible percibir ninguna forma ni color, por lo que se concentró y miró en derredor; pudo distinguir a su esposa amordaza sobre la enorme mesa de caoba negra que presidía de forma majestuosa su anterior comedor, convertido ahora en improvisada sala de torturas. La sangre seca teñía de un tono magenta el rostro blanquecino de su mujer, sus extremidades se presentaban prácticamente rígidas y su pecho se expandía y contraía a una velocidad cuanto menos preocupantes.

Con dicha visión pareció recuperar la lucidez, buscó con la mirada agitada a su hijo, le hubiera gustado girar el cuello para poder recorrer de una forma mas rápida la sala, pero sentía pánico por el cuchillo que le aprisionaba.


  • "¿Dónde está mi hijo?"- balbuceó de forma casi pueril.

  • "Danos lo que queremos y lo recibirás, de lo contrario ya sabes lo que le pasará."


Está mintiendo, se dijo para sí, o al menos eso quería creer. No podía dárselo, conocía las consecuencias que sufriría el y su familia en el supuesto, por lo que armó de valor e intento salvar a su familia.


  • "Deja en libertad a todos y lo tendrás- dijo en tono autoritario"

  • "Jajaja, ¿te crees que puedes engañarnos?, llevamos espiándote años, tu familia no te importa nada, sabemos lo que ocurrió con tu hijo, y respecto a la mujerzuela de la mesa, sabes el tipo de locales que frecuentas"


Su gesto se estremeció, realmente, llevaban razón, hasta ese mismo momento no había sentido un aprecio tan irracional por su familia. El matrimonio con su mujer se sustentaba por la millonaria cláusula que ambos firmaron en caso de separación y ambos de puertas hacia dentro llevaban una vida totalmente independiente, y respecto a su hijo, sí, era su hijo, pero no tal y como el quiso que fuera, se había negado a seguir sus pasos y poseía un carácter cada vez mas díscolo.

Debía encontrar alguna solución, él era el único que conocía donde lo ocultaba, además si intentaban forzar la caja, las alarmas de la jefatura de policía saltarían de inmediato. Ellos sólo estaban allí por él, su familia era un mero daño colateral que utilizaban para presionarle, estaba seguro de que no matarían a nadie si el no podía darles lo que buscaban, era demasiado arriesgado.

Por un momento, recordó sus momentos felices con su mujer, revivió el nacimiento de su hijo y lo más grato que los tres habían vivido, se armó de valor y se apretó sobre la hoja afilada, antes de perder la conciencia notó como la sangre le caía por el pecho. Esa última sensación de calor venía acompañada de la mayor satisfacción que jamás podía haber imaginado sentir.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Crítica a la felicidad

Antes de invitarte a leer esta entrada, me gustaría realizarte una pequeña cuestión; ¿eres feliz?, de contestar negativamente, te pido que dejes atrás cualquier tipo de prejuicio y te adentres en el texto.

Muchos se afanan de querer ser felices por encima de otros bienes, ya sea monetarios, familiares o de la más diversa índole, pero realmente, ¿Son los virtuosos de la edad contemporánea? o ¿Son los nuevos necios?.

Sin duda alguna son necios en potencia y en acto, la felicidad es el falso Dios de nuestros tiempos. La dicha tanto en su origen, como en su forma y su finalidad, esta construida o mejor dicho “creada” en unas bases de la más dudosa fiabilidad.

Ha sido objeto de filosofías de todo tipo (tantos pensadores nóveles, como grandes hombres la han tratado), pero ninguna ha podido concluir una forma de alcanzarla; ya sea mediante la meditación, el conocimiento, la vida mística o sobre la entrega del individuo a los placeres más mundanos. Quizá en lo único en que todos los pensadores, religiosos o paganos, han coincidido es en que la felicidad se debe alcanzar mediante un esfuerzo (para unos titánico, para otros colosal), es decir, no disponemos de ella.

En sí, estaremos de acuerdo, que el concepto de felicidad implica un bienestar en la vida del individuo, (de lo contrario su azarosa búsqueda carece de sentido y por lo tanto el término felicidad pierde su fuerza), pero tú querido lector, como ser racional que eres (voy a darte el beneplácito de la duda), sabes tan bien como yo, que la búsqueda cotidiana de la felicidad es la principal causa de su contrario.

Fundamentar una vida en la eterna búsqueda, parece ser lo más extendido entre los individuos que nos rodean. Aquél que no se ciñe a la tendencia común resulta ser a sus ojos un desviado o un loco, quién entiende que la vida es un simple medio, un nexo entre dos puntos, en la que no existe ningún cometido. ni vamos a ser elegidos ni tocados por ningún Titán omnipotente es tachado de loco o lo que los que gusto de denominar “adeptos de la orden la dicha” llaman infeliz.

Pues entonces si, si por saber delimitar mis pretensiones, conocer que no soy mas que un ser minúsculo y ceñirme a mis humanas posibilidades soy un “infeliz”, soy un afortunado infeliz.

Una vez presentado el tema, trataré el que es el único camino, llamémosle accesible. Esta senda no es teleológica, si esperas encontrar respuestas a tus dudas existenciales, no las vas a encontrar, ni por supuesto una guía para alcanzar la felicidad. (el grado de vida humana está ligado al significado de “vida”, y la vida querido lector implica infelicidad. Podemos inventar un concepto etéreo y efímero para cualquier tipo de acción o virtud, no olvidemos que la vida es acción y progreso, pero como concepto inventado, no es real).

Por lo tanto, la realidad humana se ve reducida al mero fluctuar entre vivencias y actos, lo comúnmente denominado pasado y el presente. Sólo queda en la vida seguir la corriente, dejarse llevar por los infortunios y en menor medida por las alegrías (si bien, el azar hace a los ojos envidiosos que algunos individuos parezcan elegidos) y aceptar que sólo somos dueños de nuestro destino o vida en una nimia proporción.

Ahora bien, posiblemente al leer todo esto, me estés tachando de loco y defiendas que tú has sentido o sientes esa quimera llamada “felicidad”. Yo frente a esto sólo te propongo un ejercicio de reflexión y te añado un par de conceptos “utilidad” y “materia”. Es innegable, que en contadas ocasiones somos capaces de sentir una satisfacción irracional, pero no es más que una felicidad material (en ningún momento reniego de la capacidad humana para sentir un dicha temporal, pero sí ataco frontalmente la felicidad como modo de vida basada en la búsqueda y la superación que deriva en la frustración), entiéndase material no en el sentido capitalista que ha contaminado el término hasta reducirlo a un ámbito pecuniario, si no en su concepto puro que señala materia y finalidad.

Existen ejemplos que clarifican este concepto pero en los cuales no me dentendré por motivos de extensión (además, te recuerdo que esto trata de un ejercicio de reflexión, no de descubrimiento); un ascenso o una preparación académica, implica a priori una mejor remuneración, por lo tanto un fin material. Incluso en el ámbito familiar se recurre a una finalidad, el para muchos dichoso momento de tener descendencia, no se debe a otra cosa que a una utilidad vital, la de reforzar nuestra vejez mediante la juventud de la propia estirpe. Ahora tú mismo continua, recuerda las veces que con mayor intensidad has sentido eso que llamas “felicidad” y aplica los términos utilidad y material, quizá te sorprenda el resultado.

La felicidad, tal y como hasta hoy la conocías realmente no es otra cosa que la supresión tempral de la infelicidad, o los momentos apacibles que hay entre un hecho negativo y su siguiente teniendo en cuenta sus repercusiones.

Llegado a este punto, en el que creo que cuanto menos la felicidad se ve acorralada, ¿Qué hacer? ¿Como afrontar la vida?, las propias preguntas son el propio mal. No existe nada en el ser humano más obvio que su naturaleza nimia, ligada al fluctuar, es más que pretencioso pensar que un ser tan minúsculo tenga potestad para controlar todos los factores externos que le acechan, por lo que enfrentarse a ello no puede provocar otra cosa que un profundo fracaso. Frente a esto solo queda huir, pero como dije antes la vida implica desdicha, por lo que es una huida condenada al naufragio. Hasta en el más absoluta cobardía que es la retirada, el ser humano no consigue triunfar.

Para terminar, sólo te introduciré un nuevo concepto que no merece ningún tipo de explicación, ya que si has llegado hasta esta parte del escrito, te resultara más que familiar; “soportar”.

martes, 9 de febrero de 2010

Yo

Yo,

en ocasiones eterna duda,

refugio de la soledad,

retiro del abandono,

risa del necio,

esclavo del terror

o hijo predilecto de la desdicha,

pero desgraciadamente,

siempre yo

domingo, 7 de febrero de 2010

Infinito

Un estridente sonido rompe el silencio nocturno, son las seis debe levantarse.
Cansancio. Cada movimiento se le antoja extremadamente pesado, siente como si no fuera dueño de su cuerpo, ¿de su mente? De su mente es imposible saberlo, ahora mismo se encuentra ausente, desconectada. Los invisibles hilos de la rutina lo desplazan cual títere mientras una a una, realiza maquinalmente los preparativos para su partida. ¿Su destino? Incierto, el rumbo si, el del trabajo. Largo el trayecto que le espera, Frío. Su cuerpo, ya más consciente sigue sin pertenecerle, ahora se encoje en un fútil esfuerzo por evitar el gélido viento de la madrugada. Camina a paso rápido, pierde el autobús, pero cuando finalmente llega a la parada ve las mismas caras de siempre, el autobús vuelve a llegar tarde, tendrá que volver a correr, pero aún no.
El sonido lo anuncia, lo precede, llega el autobús, y con el la consciencia, el calor del vehiculo le devuelve el control de su cuerpo, mientras que el mal tiempo permanece en su mente en forma de oscuros nubarrones. Una voz le susurra algo, es como si estuviese gritando, pero se escucha demasiado bajo. Cuando se esfuerza en escucharla logra dar sentido al mensaje, la voz le pregunta que por que, que a donde se dirige. No puede dar respuesta. Rápidamente llega a su parada, el frió le abofetea el rostro, y todas las absurdas cavilaciones que le rondaban desaparecen, ahora solo importa una cosa, llegar, corre.
Pasan ligeras las horas de la mañana, entre quehaceres y risas, no conviene mezclar la vida con el trabajo.
Mas la jornada toca a su fin, sobre el cae el peso del sueño. No duerme apenas, pasa el trayecto de vuelta dando cabezazos de un lado a otro hasta que llegar a casa. Casa, cuando su mente repasa esa palabra, acercándose al portal, es como si un negro manto encapotase el cielo, hogar, ¿Dónde lo encontrara? La carencia de certezas le turba, pero esta certeza le turba aun más, no hay lugar en la tierra que pueda llamar hogar, esta desarraigado. Ha dado ya más de veinte vueltas al sol y en ese largo recorrido no ha sido más que un fantasma, una hoja del otoño, que mecida por el viento ha viajado sin dejar huella. Extraño allí donde vaya, a menudo el abatimiento y la pena se ceban en sus tardes de soledad, ¿que puede hacer? Vuelven las voces de su cabeza, ¿a dónde? Le preguntan, ¿Por qué? Contradicción, extremos, lucha.
Siente que cae al vació topando con infinitos obstáculos en su caída, son estos obstáculos sus sentimientos, ira, dolor, tristeza, pena. Pasa de uno a otro, pero ahora va entendiendo las cosas, no encaja.
Tiene que encontrar la salida, pero solo da palos de ciego, y a cada palo su dolor aumenta, se vuelve más profundo, distinto. Hace memoria, ya ni siquiera recuerda cuando empezó todo esto, pero le supera, no sabe, no quiere saber, todo carece de sentido para el, es tan solo una broma. Los pensamientos se arremolinan en su cabeza, luchando por salir, se atascan. Dolor. Le duele la cabeza, decide poner fin. Acaba con su vida.

Y lo hace cada día. Sin sangre, sin restos. Coge una botella, se sienta ante el televisor, busca un trabajo, lee para vivir en la piel de otro, enciende ese ordenador… escapa.
Cada día muere, cada día cae en el abandono, y así, los días son copias unos de otros, mecánicos. Apura el ultimo trago de su botella y con una claridad insólita, escucha a la voz de su cabeza, Morirás cada día sin una razón para vivir. Ahora lo sabe.