miércoles, 10 de febrero de 2010

Crítica a la felicidad

Antes de invitarte a leer esta entrada, me gustaría realizarte una pequeña cuestión; ¿eres feliz?, de contestar negativamente, te pido que dejes atrás cualquier tipo de prejuicio y te adentres en el texto.

Muchos se afanan de querer ser felices por encima de otros bienes, ya sea monetarios, familiares o de la más diversa índole, pero realmente, ¿Son los virtuosos de la edad contemporánea? o ¿Son los nuevos necios?.

Sin duda alguna son necios en potencia y en acto, la felicidad es el falso Dios de nuestros tiempos. La dicha tanto en su origen, como en su forma y su finalidad, esta construida o mejor dicho “creada” en unas bases de la más dudosa fiabilidad.

Ha sido objeto de filosofías de todo tipo (tantos pensadores nóveles, como grandes hombres la han tratado), pero ninguna ha podido concluir una forma de alcanzarla; ya sea mediante la meditación, el conocimiento, la vida mística o sobre la entrega del individuo a los placeres más mundanos. Quizá en lo único en que todos los pensadores, religiosos o paganos, han coincidido es en que la felicidad se debe alcanzar mediante un esfuerzo (para unos titánico, para otros colosal), es decir, no disponemos de ella.

En sí, estaremos de acuerdo, que el concepto de felicidad implica un bienestar en la vida del individuo, (de lo contrario su azarosa búsqueda carece de sentido y por lo tanto el término felicidad pierde su fuerza), pero tú querido lector, como ser racional que eres (voy a darte el beneplácito de la duda), sabes tan bien como yo, que la búsqueda cotidiana de la felicidad es la principal causa de su contrario.

Fundamentar una vida en la eterna búsqueda, parece ser lo más extendido entre los individuos que nos rodean. Aquél que no se ciñe a la tendencia común resulta ser a sus ojos un desviado o un loco, quién entiende que la vida es un simple medio, un nexo entre dos puntos, en la que no existe ningún cometido. ni vamos a ser elegidos ni tocados por ningún Titán omnipotente es tachado de loco o lo que los que gusto de denominar “adeptos de la orden la dicha” llaman infeliz.

Pues entonces si, si por saber delimitar mis pretensiones, conocer que no soy mas que un ser minúsculo y ceñirme a mis humanas posibilidades soy un “infeliz”, soy un afortunado infeliz.

Una vez presentado el tema, trataré el que es el único camino, llamémosle accesible. Esta senda no es teleológica, si esperas encontrar respuestas a tus dudas existenciales, no las vas a encontrar, ni por supuesto una guía para alcanzar la felicidad. (el grado de vida humana está ligado al significado de “vida”, y la vida querido lector implica infelicidad. Podemos inventar un concepto etéreo y efímero para cualquier tipo de acción o virtud, no olvidemos que la vida es acción y progreso, pero como concepto inventado, no es real).

Por lo tanto, la realidad humana se ve reducida al mero fluctuar entre vivencias y actos, lo comúnmente denominado pasado y el presente. Sólo queda en la vida seguir la corriente, dejarse llevar por los infortunios y en menor medida por las alegrías (si bien, el azar hace a los ojos envidiosos que algunos individuos parezcan elegidos) y aceptar que sólo somos dueños de nuestro destino o vida en una nimia proporción.

Ahora bien, posiblemente al leer todo esto, me estés tachando de loco y defiendas que tú has sentido o sientes esa quimera llamada “felicidad”. Yo frente a esto sólo te propongo un ejercicio de reflexión y te añado un par de conceptos “utilidad” y “materia”. Es innegable, que en contadas ocasiones somos capaces de sentir una satisfacción irracional, pero no es más que una felicidad material (en ningún momento reniego de la capacidad humana para sentir un dicha temporal, pero sí ataco frontalmente la felicidad como modo de vida basada en la búsqueda y la superación que deriva en la frustración), entiéndase material no en el sentido capitalista que ha contaminado el término hasta reducirlo a un ámbito pecuniario, si no en su concepto puro que señala materia y finalidad.

Existen ejemplos que clarifican este concepto pero en los cuales no me dentendré por motivos de extensión (además, te recuerdo que esto trata de un ejercicio de reflexión, no de descubrimiento); un ascenso o una preparación académica, implica a priori una mejor remuneración, por lo tanto un fin material. Incluso en el ámbito familiar se recurre a una finalidad, el para muchos dichoso momento de tener descendencia, no se debe a otra cosa que a una utilidad vital, la de reforzar nuestra vejez mediante la juventud de la propia estirpe. Ahora tú mismo continua, recuerda las veces que con mayor intensidad has sentido eso que llamas “felicidad” y aplica los términos utilidad y material, quizá te sorprenda el resultado.

La felicidad, tal y como hasta hoy la conocías realmente no es otra cosa que la supresión tempral de la infelicidad, o los momentos apacibles que hay entre un hecho negativo y su siguiente teniendo en cuenta sus repercusiones.

Llegado a este punto, en el que creo que cuanto menos la felicidad se ve acorralada, ¿Qué hacer? ¿Como afrontar la vida?, las propias preguntas son el propio mal. No existe nada en el ser humano más obvio que su naturaleza nimia, ligada al fluctuar, es más que pretencioso pensar que un ser tan minúsculo tenga potestad para controlar todos los factores externos que le acechan, por lo que enfrentarse a ello no puede provocar otra cosa que un profundo fracaso. Frente a esto solo queda huir, pero como dije antes la vida implica desdicha, por lo que es una huida condenada al naufragio. Hasta en el más absoluta cobardía que es la retirada, el ser humano no consigue triunfar.

Para terminar, sólo te introduciré un nuevo concepto que no merece ningún tipo de explicación, ya que si has llegado hasta esta parte del escrito, te resultara más que familiar; “soportar”.

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