lunes, 26 de abril de 2010

Breve encomio al negativismo

Es un asunto quizá curioso y contradictorio, pues estamos acostumbrados a oír por ahí que hemos de ser positivos, que lo malo pasará, que los cielos se abrirán y la luz plateada de alguna divinidad inundará nuestra vida. Sé positivo, espera lo mejor. Realmente es algo muy inteligente, la psique humana está formada de tal modo que aunque nuestra vida sea fea y no nos agrade siempre tiene la opción de sumergirse en los mundos sencillos y bellos de la irrealidad de lo bueno.

¿Pero realmente sirve de algo? Ser positivo es algo irónico pues nos sumerge en un absurdo. Estamos inventando un futuro que aducimos que será bueno para nosotros, este es un punto de vista muy inocente, estúpido y que no tiene utilidad alguna. Podría decirse que este modo de enfrentarse a la vida está producido por un deseo político, y quizá esta sea una idea que extrañe pero si nos adentramos en el asunto podemos notar la verdad que encierra. Un político es aquel que desea lo mejor para los demás ciudadanos, que busca el bien general, sin embargo esto se ha retorcido de alguna manera terrible en nuestros días y en nuestro país. Aquí parece que los políticos sólo representan a aquellas personas que les votan e incluso nos puede parecer a veces que les muevan deseos y motivos egoístas, por lo que su función queda desecha. En este momento de degradación es cuando el político busca que los ciudadanos ignoren los hechos presentes y vean el futuro con optimismo. He ahí la treta del buen prestidigitador, así el ciudadano mientras mira adelante esperanzado por el futuro que le están diciendo que va a ver, el mago, es decir el político, puede dedicar su tiempo y esfuerzos a calmar sus motivos personales.

Por todo ello el optimismo, el positivismo se puede ver como algo que nos han enseñado para no apreciar lo perverso del presente.

Se me podría atacar fácilmente diciendo que ser positivo es la manera de no caer desesperanzados, de tener fuerzas para seguir adelante, pero no. Es engañarnos a nosotros mismos para no enfrentarnos al dolor y lo malvado del día a día. Nuestra sociedad ha huido y huye tanto del dolor que se ha negado a sentirlo, para una mera molestia cerebral rápidamente acudimos a los analgésicos como si fueran caramelos, luego para poder digerir la desmesurada cena nos agradamos con unos antiácidos y para recobrar el sueño también tenemos pastillas, al igual que para intentar adelgazar, para tranquilizarnos, para animarnos etc... Miramos positivamente hacia el futuro mientras tragamos una pildorita para olvidarnos de lo malo del presente. Huir, he dicho.

Por el contrario hay otra vía, que hemos encontrado más oscura: El negativismo. Alguien que se defienda con la batuta de un punto de vista negativo se encontrará con una agradable sorpresa. Alguien así se enfrenta al presente, al dolor y lo afronta, lucha con él y cuando lo supera se encuentra con un futuro incierto, que no le asegura no volver a caer en ese dolor y por ello entiende que será malo lo que venga, pues eso es lo que conoce y como mínimo volverá a sentir el dolor pero está preparado para ello.

¿No es cierto esto? Mientras que el optimista se negará a sentir el dolor y creerá que todo será bueno, que no habrá más daños, el negativo piensa que volverán los males. En una utopía el optimista sería el rey, esperaría lo mejor y así sería, pero en la realidad el dolor es una constante de nuestro mundo, siempre vuelve, tan seguro como que al día le sigue la noche. El que ha sido negativo, que ha creído que llegaría un momento en que de nuevo el albur haya decidido colocar una piedra en su camino, será quien, cuando tropiece con la piedra y caiga, cuando duela en el espíritu o en el cuerpo, entonces se levantará dolorido y proseguirá su camino limpiándose las ropas. El optimista caerá como el anterior pero este tardará en levantarse, sollozará y se arrastrará o se quedará quieto mucho más tiempo, se levantará descreído de su propia filosofía, a la que volverá por la cobardía de no querer enfrentarse al mismo dolor que acaba de sentir. Cuando el optimista vuelva a caer todo de nuevo comenzará.

Así entendemos pues, que el optimismo no es más que una bella venda de seda que nos colocamos nosotros mismos ante los ojos, mientras que el negativismo son unas lentes que nos ayudan a ver correctamente lo que ante nosotros se va acercando.

miércoles, 14 de abril de 2010

Tú conoces la 1:11

Mirando al cielo gris me encuentro, no deseo más que tras un parpadeo el color del mismo cambie, las nubes tengan otra forma y el viento que me despeina viaje en otra dirección. Un cambio, añoro un cambio, despertar lejos de aquí, dónde los fantasmas pasados me atormentan luchando por entrar en mi vida a codazos con mi presente. Cuan difícil es decidir, más aun con la extraña dicotomía razón y corazón, sé que no me equivoqué y que no volverá a ocurrir, pero mi vida está lastrada por el ancla del recuerdo. Buscaré mi felicidad allí dónde está el mar, que la marea se lleve mi memoria y purifique mi espíritu, me perderé por callejones para encontrarme, bordearé la locura para volver a ser cuerdo y arrinconaré mi vida pasada para poder recordarla. Y es que no hay mayor defecto que la apatía cotidiana.

sábado, 10 de abril de 2010

Eros y Tánatos

Eros


Las campanas marcaron las dos de la madrugada, era la sexta noche en la que el joven se debatía entre la vida y la muerte. Había enfermado por una extraña fiebre, según los médicos la había contraído por medio de algún pequeño roedor, que le provocaba además de la subida de temperatura corporal, vómitos ,dolores agudos en abdomen y pecho y en varias ocasiones delirios y pérdidas de consciencia. Perdió no pocos kilos en los días en los que se encontraba convaleciente, hecho que su familia y sobre todo su criada, que se ocupaba de atender las necesidades del enfermo (así como de determinadas tareas de la casa), vieran cada vez más cerca el pronostico del doctor; su muerte.


La criada tendría alrededor de unos veintidós años, emigró en su niñez desde el este acompañando a sus padres, que partían de su patria en busca de una nueva oportunidad. Encontró trabajo gracias a la dueña de la casa que le contrató en un principio como un favor personal al relojero del pueblo, que mantenía una profunda amistad con su el padre de la joven, pero pronto se vio deslumbrada por la bondad y el buen hacer de la chica. En la ciudad era conocida como “La virgen de la mansión”, si bien su nombre verdadero no tenia nada que ver, su tez virginal, sus cabellos dorados y sus ojos verdes y grandes, hicieron que fuera merecedora de este sobrenombre (por pocos era conocida su facilidad para ocultar a sus amantes), sin obviar la difícil pronunciación del mismo y el problema que esto causaba a los bebedores más madrugadores.

Dado que las campanas acababan de resonar, decidió hacer su visita nocturna al enfermo. Mientras este mantenía la salud, no habían mantenido demasiado contacto, siempre confraternizó mas con las féminas de la familia, como sabiamente aconsejaba su madre, pero aun así guardaban una relación de respeto y cariño. Por ello, no podía evitar sentir una gran pesadumbre por el repentino cambio en la salud del muchacho.


Subió las escaleras sin hacer el menor ruido para no despertar a los señores, la estancia del joven se encontraba en el ala oeste de la mansión, El trayecto le ocupó a la joven rubia cerca de dos minutos de reloj. Al llegar a la puerta se apoyó sobre el muro y lanzo un leve suspiro mientras maldecía al doctor y a su idea de alejar al enfermo de los demás para evitar posibles contagios.

Empujó con suavidad la pesada puerta del dormitorio, que contestó con un pequeño crujido, y atisbó en la oscuridad la silueta del muchacho. Encendió el candil para comprobar que todo estaba en orden, pero no encontró lo que esperaba; el joven yacía pálido sobre su lecho, sus ojos estaban entreabiertos y mostraban un gran cansancio, la expresión de su cara denotaba dolor. La joven no consiguió en un principio apreciar si estaba vivo o muerto, pero un pequeño movimiento en la caja trafica le mostró que seguía respirando. Se acerco a él, le limpio el sudor de su frente y le colocó un paño previamente humedecido, al colocarlo se percato de que la frente desprendió un gran calor. Temió lo peor y decidió marcharse lo antes posible para no presenciar más la terrible estampa, pero al abrir la puerta en su salida, el enfermo emitió unos apesadumbrados sonidos. Ella se heló de golpe e intento dar sentido a los parcos sonidos que salían por su boca, solo entendió las finales; “cierra los ojos”.


Asustada se cobijó en su cama y no concilió el sueño hasta pasadas varias horas. Despertó recién entrada la mañana, las campanas de la Iglesia doblaban a muerto y los llantos de su señora gobernaban el piso bajo de la mansión.


Tánatos


El tañido de las campanas lo aturdieron, ya no recordaba cuantos días habían pasado desde que se sintió indispuesto en la taberna y volvió a su casa entre mareos.


Noches, o lo que él creyó como noche, después le pareció escuchar a los médicos como anunciaban a sus familiares su próxima defunción, pero aun albergaba una gran esperanza en recuperarse y retomar su vida; esas tardes de paseo por la Avenida Mayor intercambiando miradas con las jóvenes locales, sus noches en la taberna rodeado de lenguas viperinas y sobretodo, los roces aparentemente azarosos con su joven y hermosa criada.


Un profundo pinchazo en el pecho lo desvió de su ensoñación, se retorció o mejor dicho, lo intentó pero apenas tenía control sobre su cuerpo. Los colores y las formas se difuminaron ante sus ojos, creando una espiral en movimiento perpetuo. Contempló los giros durante unos segundos o una eternidad hasta que algo rompió el anodino fondo; se vio a sí mismo antes de enfermar, vestía de púrpura y su rostro mostraba seguridad y serenidad.


-¿Cómo te encuentras?- Dijo la figura de fondo.

-¿Pero...?, ¿Hablas?- Chilló el enfermo de forma desgarradora.

-Tranquilízate, no voy a hacerte daño, ni siquiera puedo, yo soy tú, estoy dentro de tu cabeza, solo soy algo inventado.

-¿Qué quieres decir?- contestó de forma más pausada.

-Mmmm, me consideraba más inteligente -pronunció la figura mientras inclinaba la cabeza- ¿No te resulto familiar?, somos nosotros, siempre he estado contigo, ¿no me recuerdas?.

-Eres una alucinación, es más, tienes mi apariencia, debe haberme subido la fiebre, nada más.

-Ay, querido, que rápido olvidas todo lo que hemos pasado juntos, yo aun recuerdo el día en el que nacimos, nuestro primer beso con la hija del maestro, las carreras por la hierba, las tardes soleadas leyendo cualquier obra de nuestro adorado Hesse, y ¡cómo no!, la otra noche en la taberna, la que hace que nos reencontremos

-¿Como conoces todo ésto? ¿Reencontrarnos?- titubeó el convaleciente.

-¡Pero bueno!, aun sigues sin percatarte, yo lo sé todo de ti, lo sé todo de mí, desde que existes existo, en cada decisión, en cada pensamiento, todo lo que tú eres lo fuiste y lo eres por mí. Sólo he venido para guiarte y llevarte, ahora te tocará a ti ser yo.

-¿Para llevarme? Oh, Dios, ¡eres la muerte, voy a morir!.

-Yo no soy la muerte , aunque exista quién me llama así, ¿no ves que bien luzco el púrpura?, no llevo túnica y nunca he portado una guadaña, ja ja ja – Rió a carcajadas.

- ¿Entonces quién eres?, ¿Qué quieres de mí? - Balbuceó el joven entre lloros.

- Sólo busco alumbrarte, necesito que confíes en mí y cierres los ojos. Créeme, soy tu mayor certeza, lo único que te acompaña desde que nuestra existencia se hizo acto, quién siempre está y estuvo contigo. Mira, es como los giros de esta espiral, siempre continuos, uno introduce a otro. Llámame muerte si quieres, aunque sería igual de correcto nombrarme vida. Preguntarte quién soy es complicar este momento, simplemente admite que soy.


Un grave silencio inundó la negrura del ficticio espacio, que paulatinamente se había generado en el lugar que hacia unos segundos ocupaba la espiral.
Pasaron varios minutos hasta que el joven contestó.
-Irracionalmente confió en ti, seas quien seas ha llegado mi momento de partir, haré lo que me digas, pero antes de nada necesito que me cuente qué o quién eres, o al menos como es la forma correcta de nombrarte, quizá así conozca mas de tu naturaleza y de lo que me espera.

- Aunque digas irracional, por fin entras en razón querido. Por ello te premiaré y contestaré a tu pregunta; yo soy el alfa y el omega. Cierra los ojos.

miércoles, 7 de abril de 2010

Mientras viajo: Amargo

Sentado en el autobús con la mirada perdida en el vació, mirada que me delata, estoy perdido dentro de mi mente, despreocupado, intentando encontrar algún pensamiento, no se cual, se me escapa pero no importa, pues por el camino me encuentro con otros, ya lo hallaré. Ella esta aquí, a mi lado, la noto. La costumbre lo hace casi imperceptible pero cuando no esta a mi lado se destapan todas esas cosas que ahora soy incapaz de percibir; Su mano que se posa descuidada en mi rodilla, su olor, es el olor del hogar donde quiera que se encuentre, el simple calor de su cuerpo, detalles.
No le hago mucho caso, persigo esa idea, esa sensación perdida, ese algo que se evade de mí.
No dices nada, estamos aquí, en un segundo anodino de la vida, inadvertido, inapreciado, completamente infravalorado. En realidad estamos en un segundo precioso de nuestras vidas, tu estas aquí, yo estoy aquí y mientras sea así no volveremos a sentirnos solos, nada nos preocupa lo bastante, nada le corta el vuelo a nuestras mentes, y libres de la negra ambición no necesitamos nada más para ser felices, aquí y ahora, en este momento. Efímero.
Efímero. Vuelvo a la realidad, mi vista se enfoca, vuelvo a ser yo. Y yo estoy varias plazas más atrás, en ese mismo autobús, podría ser esa persona, podrían ser esos los pensamientos que discurrieran por mi mente en ese momento, pero no es así y no, no se por que.
Me siento fatal, me duele la cabeza, me duele la tripa… me escuecen los ojos, me arde la garganta, que envidia, solo quiero que se me trague la tierra. El autobús se detiene en mi parada y marcho, voy directo a dormir, debería hacer algo con mi vida, pero ahora estoy demasiado cansado.